Siempre he querido escribir algo sobre el vestido de novia
de mi madre. Cuando mis hermanos y yo éramos
pequeños, de vez en cuando le pedíamos que lo sacara y nos lo enseñara una vez
más. Supongo que respondía a esa curiosidad infantil por recrear los
acontecimientos ocurridos antes de nuestra llegada.
Me gustaba mucho su tacto, su brillo
satinado, sus pequeños botones, sus numerosas presillas tan iguales y tan
perfectas, su cola…Y su diadema llena de perlitas hechas de cera. Después todo volvía a esa caja grande y plana donde ella lo colocaba cuidadosamente, y otra vez a lo alto del armario.
Con el paso de los años siguió gustándome y, a día de hoy, sigue pareciéndome precioso. Me sigue admirando su diseño elegante y sencillo al mismo tiempo; sus cuidados detalles: ese cuello de chimenea, su drapeado en la cintura, la botonadura en el cuerpo y en los estrechos y largos puños asimétricos, y su cola.
Mi homenaje en el que hoy sería su Aniversario de
Boda.
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