Lo compramos en Gijón, y recuerdo perfectamente la
disposición de aquella librería, su enorme y desordenada mesa llena de libros infantiles.
Siempre hemos huído de los cuentos tradicionales, es más, cuando los utilizaba era con mutilaciones,
añadidos, modificaciones…; tanto que a veces incluso a mí me costaba
recordar el original.
Así que solíamos esmerarnos buscando cuentos. Me llamó la
atención su brillante y colorida portada, y me enganchó su leyenda: “En defensa de las niñas”. Me lo leí rápidamente en la misma
librería, y me gustaba pensar que mi hija –a la que nunca puse pendientes:
rebeldía de una época-, estaba más cerca de las elefantitas grises que de las
del color de las anémonas.
Y así, cada noche de aquellas vacaciones ovetenses, juntábamos las letras y leíamos un trozo del cuento.
Y así, cada noche de aquellas vacaciones ovetenses, juntábamos las letras y leíamos un trozo del cuento.
La cuestión tenía su riesgo: es verdad que no podían mancharse de barro, que casi no tenían espacio para jugar, que no podían salir del cercado para no estropear sus preciosos cuellos de encaje, pero aquellas elefantitas de color "rosa caramelo" eran tan lindas, sus enormes ojos tan brillantes, su piel tan suave…
Y al transcurrir de los años, el libro fue adquiriendo
nuevos valores: por ejemplo la valentía
de saber enfrentarse a una mayoría que no nos gusta, o el orgullo de lo
“diferente”.
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NOTA: Después de publicada esta entrada, Lara, me manda el enlace a otra que escribió en 2010 sobre este mismo cuento. Aquí lo dejo, esta es su perspectiva. Me ha emocionado ver que el "rosa caramelo" nunca ha sido nuestro color favorito.
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Texto: Adela Turin
Ilustraciones: Nella Bosnia
Editorial Lumen
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